“Els potentats romans interessats en la literatura mantenien esclaus per copiar els llibres que desitjaven posseir, però que això passés perquè fos més barat que comprar-los en la llibreria és només una dubtosa conjectura. Ni hi ha dubte, però, que les còpies autènticament valuoses i els rotllos de sumptuosa decoració van aconseguir preus molt alts, i especialment quan es tractava de manuscrits originals d’autors de fama, que es trobaven disputats pels col·leccionistes romans.
El nombre de col·leccionistes privats romans va anar progressivament en augment durant els últims anys de la República i en els de l’Imperi, i a poc a poc es va estendre la voga de la bibliofília; de manera que era de rigor que la casa d’un romà distingit posseís una important biblioteca, preferentment en una magnífica instal·lació, per augmentar el prestigi del propietari “.
DAHL, Svend: Historia del libro; Alianza Universidad, Madrid, 1985, pp. 38.
“ Un librero de viejo, en París, de los que tienen su puestecillo junto al Sena, acaba de publicar sus impresiones de mercader en un volumen: Le journal d’un bouquiniste, por Charles Dodeman (Tancrede, editor). El público que compra libros viejos, en París y en Madrid, es el mismo. Los vendedores son los mismos. Los mismos tipos raros y extravagantes se ven – entre esta fauna de compradores – en Madrid y en París. Las mismas manías, artimañas, preferencias y supercherías se pueden estudiar en la capital de España y en la de Francia. El librero francés cuenta cien anécdotas interesantes y traza siluetas curiosas de aficionados al libro viejo. Anatole France, Briand – el presidente que ahora no puede detenerse en los puestecillos, pero que pasa a pie, con un sombrero blando, con las manos en los bolsillos, con dirección a la Academia de Ciencias Morales -: France, Briand, los marqueses de Castellane, muchos otros parroquianos de los tenderetes, merecen respeto, elogios, al autor del Diario de un librero de viejo. Y las causas que expone Dodeman de la crisis del libro viejo en Francia, vemos que son iguales a las causas de la crisis en España. ¿Hay menos libros viejos ahora que hace veinte, treinta, cuarenta años? No; acaso haya más. Lo que sucede es que ahora – dice el librero parisiense – hay ‘cincuenta veces más compradores que antes’. Más compradores y más libreros. La cultura aumenta en España; se lee cada vez más; se propaga cada vez más la afición al libro viejo. Y aparte de esta causa poderosa de la disminución – aparente – del libro viejo, hay que tener en cuenta otras muchas. No olvidemos que el libro es un objeto. ‘Los libros se gastan’, nos decía en cierta ocasión el gran librero-anticuario D. Pedro Vindel.
Article: “En la feria de libros viejos”, Azorín a ABC Madrid del 11 d’octubre de 1922, p.3.