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Posts Tagged ‘Editors’

“Il·lustració.- No tots els artistes tenen les qualitats necessàries per a ser il·lustradors. Un bon artista, fins i tot un bon gravador, pot resultar un pèssim il·lustrador. Per ser-ho amb èxit es necessita fantasia i inventiva, sentit de la composició i generalment una virtut que no té cap relació amb el resultat qualitatiu de l’obra en si: saber dibuixar de memòria.

Hi ha grans artistes que necessiten el model, ni que sigui com a referència o punt de partida. Aquests artistes difícilment podran il·lustrar llibres d’acció amb temes de moviment o de composicions complicades. A més – i també, amb independència del valor absolut de la seva obra -, l’il·lustrador no pot oblidar que el seu treball serà contemplat a la mateixa distància que el text. Aquesta és una lliçó que devem a l’artista del llibre H. Alsina, gran coneixedor del gènere i que no oblidarem fàcilment. Moltes il·lustracions hem vist que farien un bon paper emmarcades i penjades en una paret, però que salten, s’escapen de les pàgines del llibre. L’artista ha fallat, però ha fallat encara més l’editor o el director de l’edició que les va acceptar.

D’altra banda, no tots els artistes són igualment aptes per a la interpretació de tots els textos. Cal buscar un paral·lel entre la sensibilitat de l’escriptor i la de l’il·lustrador; ha d’existir una absoluta compenetració espiritual entre tots dos”.

Técnicas del Grabado Calcográfico y su estampación de Jaume Pla, Eds. Omega, Barcelona, 1986, 3ªed.pp. 170-171.

 

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“La bibliofilia – dicen los organizadores – nació con el libro, manuscrito o impreso. El descubrimiento de la imprenta, el desarrollo de la encuadernación o ‘las influencias venidas de Italia’, producirán un florecimiento de bibliófilos, entre los cuales hay un personaje, Jean Grolier, quien seleccionaba ediciones raras, que hacía estampillar con su divisa.

Escut d’armes de Jacques de Thou

En la presentación de la Feria, un librero recordó que ‘ afinales del siglo XVI los grandes parlamentarios y estadistas desplazaron a los financieros. Gentes como Jacques de Thou o el canciller Seguier hacen encuadernar sus libros con las armas del respectivo escudo, Mazarín logra que su biblioteca sea tan importante como su colección de arte: Colbert reúne más de quince mil manuscritos y en el siglo XVIII, el virus de la bibliofilia prende en las mujeres, como lo demostraría la biblioteca de la marquesa de Pompadour.

Madame Pompadour

Según los organizadores del encuentro, ‘hoy los bibliófilos son legión’ ( aseguran que Barcelona es una de sus más brillantes capitales) y ‘ ya no se les recluta exclusivamente entre las profesiones ‘intelectuales’ o ‘universitarias’. Además de los hombres de negocios hay, incluso, miembros de profesiones poco afortunadas, que invierten en el libro o el manuscrito, a partir de una pasión previa.

Los mismos organizadores creen que ‘la tendencia a la especialización se afirma cada vez más’. Y que ‘hay un léxico del libro antiguo que vale la pena divulgar’. Así, ‘la palabra incunable designa un libro impreso antes del mil quinientos’ (sic), mientras que, ‘para los puristas, libro antiguo es aquel fechado entre 1500 y 1800’. La edición del 1800 ‘corresponde a los románticos’ y ‘libros modernos’ son ‘los nacidos con la Era Industrial’ y, de hecho, los libros de pintores.

También enseñan que ‘uno de los primeros catálogos de librero es el de Aldo Manuzio, célebre imprentero veneciano que publica en 1498 su primera lista de ediciones con precios’. La palabra’curiosa’ define, entre bibliófilos, la literatura ‘ligera, licenciosa o erótica’. Y el nombre ‘edición original’ es del siglo XVIII, cuando florecían las falsificaciones holandesas. Antes, se hablaba de ‘edición prínceps’, tradicionalmente la primera publicación de una obra en librería, con el consentimiento del autor. Pero la publicación en los periódicos ( el folletón habitual del siglo XIX) no interesa a los bibliófilos, salvo en casos muy particulares como el de ‘madame Bovary’.

Estos libreros maníacos enseñan que ‘en el siglo XV una tirada media era de 450 ejemplares, en el XVI de cerca de 900; en el XVII y XVIII hay un techo, los dos mil ejemplares; en el XIX el libro accede a la Era Industrial ( más de 2.500 ejemplares) y hoy, una tirada puede oscilar entre 3.000 y 20.000 ejemplares. En fin, al cabo del siglo XIX los ‘amateurs’ impulsaron las tiradas limitadas, en buen papel.

Article: “La bibliofilia, un virus benigno y cultural”, Óscar Caballero, a La Vanguardia de 25 de juny de 1989.

 

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