
“El proper dia 15 ens vam reunir un Jurat per atorgar un premi que es titula “Elogi de la Bibliofilia” i al qual concorren treballs en català i en castellà. Aquest premi ha estat convocat pel llibreter Josep Porter amb motiu dels cinquanta anys, és a dir, les noces d’or de la llibreria. Josep Porter, llibreter, editor de vegades, estudiós sempre, investigador de temes històrics, és una personalitat rellevant al món dels llibres. Encara no fa gaire vam adquirir a Londres una guia de llibreries-antiquaris, editada a Anglaterra, i en ella el nom de Porter estava entre els quatre llibreters espanyols que es dediquen al noble ofici dels llibres. Porter ha volgut celebrar aquest cinquantenari de l’amistat més que el comerç amb els llibres amb aquest premi sobre bibliofília, tan propi d’un home que ha dedicat tota la vida al llibre.

Difícil és de definir què és un llibre. Recordo de Robert Escarpit que al seu assaig «La revolució del llibre» va escriure unes paraules lúcides i penetrants: “Com tot el que és viu, el llibre és indefinible. En tot cas, ningú no ha aconseguit mai, d’una manera completa i per sempre, definir què és un llibre. Perquè un llibre no és un objecte com els altres. A la mà, no és sinó paper; i el paper no és el llibre. I, tanmateix, també hi ha el llibre a les pàgines; el pensament sol, sense les paraules impreses, no formaria un llibre. Un llibre és una ‘màquina per llegir’, però mai no es pot utilitzar mecànicament. Un llibre es ven, es compra, es canvia, però no se l’ha de tractar com una mercaderia qualsevol, perquè és alhora múltiple i únic. Innumerable i insubstituïble”.
Sobre aquest objecte material, tan ple de significacions espirituals, es concedirà un premi que és l’homenatge d’un llibreter que sap fer mig segle de la seva professió.
“Elogi de la bibliofília”, per Néstor Lujàn, a Destino, 10 novembre 1973.
XQ XQ XQ XQ XQ XQ XQ

“La novena puerta”
“Dean Corso, experto en libros antiguos, es contratado por un coleccionista norteamericano para que vaya a la búsqueda y captura de los volúmenes que le faltan de un libro satánico. Así empieza La novena puerta (1999), una película de Roman Polanski basada en una novela de Arturo Pérez-Reverte, El club Dumas. Es un relato inquietante que desprende misterio y traslada al espectador a un mundo sugerente, como sucede con el olor, el silencio y la quietud de las librerías de compraventa de libros antiguos. Al menos así es en la Llibreria Antiquària Balagué de la calle Enric Granados [ ara a Casp, 48, 2º] de Barcelona. Hay ese silencio, ese olor peculiar de libro

Llibreria-Antiquària d’Anna Balagué
viejo. Nadie diría que bajo ese manto de quietud, casi sobrenatural en medio del bullicio de la ciudad, se esconde una actividad comercial que crece día a día. “Aunque cada vez hay menos librerías anticuarias, las ventas suben año tras año. Aumenta el número de personas que quieren coleccionar libros”. Son palabras de Anna Balagué, que desde pequeña ha vivido la pasión por los libros a través de su padre, Josep Balagué, quien regentaba la tienda de compraventa de libros antiguos en una de las calles con más

historia de Barcelona, en la calle de la Palla, una zona donde se concentran todavía esos locales que huelen a entrañable papel viejo. Josep Balagué era el librero de Salvador Dalí, como le gustaba decir el propio genio del surrealismo. Incluso Josep Carreras, el tenor, compraba las partituras en aquella vieja tienda del Barri Gòtic. Cuando Anna tomó las riendas del negocio trasladó la tienda a la calle Enric Granados, que con la calle Aribau es otra zona donde también se han concentrado algunas librerías anticuarias. Y esa distinción, entre librerías anticuarias y librerías a secas, es lo que marca la diferencia en cuanto al placer que implica el buscar, encontrar y comprar un determinado ejemplar. De todas maneras, según Anna Balagué, los motivos por el que una persona adquiere libros antiguos son varios. Por ejemplo, hay quien compra libros antiguos porque le entusiasma un tema determinado. Mientras que hay otros que adquieren libros por un interés especialmente bibliófilo. En este caso se trata de piezas únicas o prácticamente únicas y su precio varía mucho en función de si son manuscritos o libros impresos. Un ejemplar impreso puede costar más de 50.000 euros y un manuscrito, más de un millón. Lo máximo que se ha pagado por un libro impreso es 127.000 euros, y por un manuscrito casi 22 millones. Anna comenta que, por ejemplo, hace unos tres años vendió en la Feria de Madrid la Máscara Real de Tramullas por 36.000 euros. Los veinte y tantos grabados que tiene lo hacen además especialmente valioso. Hay otros coleccionistas que más que el valor del ejemplar miran si sencillamente les gusta. Puede ser un libro pequeño de poesía de finales del siglo XIX con unas sencillas ilustraciones, por ejemplo. Tampoco es extraño quien los compra para decorar. “Vienen a la tienda –explica Anna Balagué– y,

Làmina del llibre Máscara Real de Tramullas (Barcelona, 1764)
aunque parezca mentira, te dicen ‘Necesito tantos metros de libros para una librería de caoba’, y se los vendo, claro; sucede más a menudo de lo que la gente puede imaginar”. Los clientes ocasionales también son cada vez más habituales. Hace unas décadas prevalecía el cliente de toda la vida, y ahora el mercado se sustenta también por esos compradores ocasionales que entran, ven algún libro que les gusta y se lo quedan. Y, finalmente, hay unos pocos que compran los libros como inversión, intentan adelantarse a las tendencias del mercado . “Hace un par de años vendí un incunable del año 1480 por 16.500 euros, y ahora su propietario ya ha recibido ofertas que pasan de los 20.000 euros”, comenta Anna. También reconoce que el gusto por lo viejo se ha convertido en una moda. Y, como toda moda, tiene sus tendencias. Por ejemplo, hace unos veinte años, las primeras ediciones no se valoraban. Ahora, en cambio, fácilmente se pagan 3.000 euros por las primeras ediciones de poesía de Antonio Machado o García Lorca. Pero si uno quiere experimentar por sí mismo qué se está moviendo en el coleccionismo de libros, nada mejor que viajar hasta un pueblecito galés que no llega a 2.000 habitantes. Se llama Hay-on-Wye y es el lugar del mundo con más librerías de compraventa por

Hay-on-Wye
habitante. Y si además quiere coincidir con escritores de todas partes y premios Nobel, el mes de mayo es el indicado. Desde hace 20 años se dan cita en este singular pueblecito. Actualmente hay una decena de pueblos-librerías por todo el mundo. Y están asociados en la International Association of Booktowns. Si bien es cierto que el interés por los libros va creciendo, todavía estamos lejos del Reino Unido, Francia e Italia. “En estos países se celebran muchas ferias donde está presente el libro antiguo. Aquí en España no es tan habitual. Estos días pasados he estado en la feria de anticuarios de Milán, y allí he podido comprar unos ejemplares preciosos”, explica satisfecha Anna Balagué. “Y es que si no voy a las ferias, es difícil encontrar buenos libros que ofrecer a mis clientes –sigue diciendo–. Mi padre no iba a ninguna feria. Cada semana le llamaba como mínimo una persona que quería vender su biblioteca. Y lo habitual era que tuviera que hacer dos

visitas en siete días. Ahora eso ha cambiado totalmente. Haces una visita ¡cada tres meses! Hay menos libros en circulación. Antes muchas veces se vendía una biblioteca porque se necesitaba el dinero. Ahora solamente cuando fallece el propietario, y si los hijos no saben qué hacer con la herencia, la venden, pero sin prisas porque tampoco necesitan el dinero. Por otra parte, las instituciones también van comprando libros que dejan de circular en el mercado. Así que lo único que queda es visitar las ferias”. Aunque el gran salvador es internet. ¿Quién iba a decir que se convertiría en un gran impulsor del mercado de compraventa de libros antiguos? “Hoy mismo he enviado un paquete de libros a Rusia y otro a París. Los pedidos me los hicieron por internet. Es como si tuviera abierta la tienda las veinticuatro horas de los 365 días del año”, explica. Así que cada vez es más fácil acceder al mundo del libro antiguo. Hay más coleccionistas. Aunque también es verdad que es difícil acceder a ciertos círculos selectos. Pertenecer a una asociación de amantes de libros no resulta tan fácil. La Asociación de Bibliófilos de España,

conocida como Concentus Libri, sólo permite un númerus clausus de 500 miembros, que tienen el privilegio de adquirir ediciones exclusivas para sus miembros (son ejemplares numerados del 1 al 500) y para el Rey de España. Los socios se comprometen a comprar los volúmenes. En el caso de la Associació de Bibliòfils de Barcelona, hasta 1997 sólo aceptaba tener 100 socios, ni uno más. Cuando Jordi Estruga fue nombrado presidente de esta asociación en aquel mismo año, lo primero que hizo fue aumentar el número de miembros a 150. El resultado es que ya no hay una lista de espera tan abultada, pero sigue habiéndola. Aunque como dice el propio Estruga, no es necesario pertener a una asociación para ser considerado un bibliófilo. Porque puestos a definir, un bibliófilo es “todo aquel que ama todo libro que tiene, aunque tenga muy pocos, pero los ama”, asegura el propio Estruga. Así que si uno quiere iniciarse en el mundo del libro antiguo, Anna Balagué recomienda que se vaya a una tienda de compraventa de libros antiguos de reconocido prestigio. Mejor que ir de ferias. Las ferias son para las personas que ya están iniciadas en este mundo. Y una vez en la tienda, “que huelan los libros, que miren sus antiguas encuadernaciones, que se sumerjan en el mundo de las sensaciones atrapadas en esos libros”, termina diciendo la hija del librero de Salvador Dalí“.
Cazadores de libros, per Jordi Jarque, a La Vanguardia, 13 oct 2007.

