“Les grans biblioteques particulars d’abans deixen pas a col·leccions reduïdes, fruit d’una selecció estricta que abona la teoria que només cal conservar allò que es considera imprescindible. Una actitud que comparteixen, fins i tot, alguns intel·lectuals, amb el benentès que la bibliofília i el gust per la lectura no són, forçosament, dues passions coincidents.
Alhora, però, i ho he pogut comprovar personalment no fa ni quinze dies, coexistint amb bibliòfils i amb teòrics de la selecció literària, es manté viva una tercera categoria de compradors de llibres capaç d’encarregar, sense rubor, dos metres trenta de clàssics llatins. Personalment, tot i que procuro evitar-ho sempre que puc, de tant en tant em sorprenc a mi mateix remenant un munt de llibres en alguna llibreria de vell, a la recerca de gangues, que potser mai no tindré temps de llegir, o de rareses especialitzades, que em veuré obligat a comprar, sigui quin sigui el meu estat d’ànim o la meva disponibilitat econòmica, per por de no tornar-les a trobar mai més. Un comportament covard al qual s’oposa el principi dels qui defensen que cal fer precisament el contrari. Buscar, sí, allò que es desitja, els anys que facin falta fins a trobar-ho, i, després, amb la força de voluntat de qui és capaç de superar els seus propis vicis, abandonar-ho amb displicència.
Article: “Compradors de llibres” de Jordi Viader, Avui, 18 febrer 1988.
Encants
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Parades al Paral·lel
“Cuatro circunstancias obran la reventa del libro por parte del lector : la pobreza, la necesidad, el desamor y la venganza. Emplear un duro en un libro, cuando apenas se gasta en el puchero y casi no se obtiene en el trabajo es heroico : la pobreza. Cambiar en pesetas, contantes y sonantes, unos tomos ya sabidos y asimilados, es, en lo precario, recurso honrado y corriente : la necesidad. Poseer por herencia sólo la biblioteca, cuando se esperaba el predio, y no nos interesan los volúmenes ordenados y en fila — soldaditos del entendimiento que aguardan, presentando armas, al caudillo que los lleve a la victoria — es sacrificio y motivo de encono : el desamor. Y la venganza… ! Ah, la venganza !… ! Placer refinado y regusto sabroso el de arrojar de los estantes cuajados la obra mala, comprada por buena, fiados del renombre del autor, o acuciados por la curiosidad del nombre nuevo !… Y esas cuatro circunstancias, iguales a cuatro columnas sostenedoras de un friso empolvado y añoso, alzan la reventa del libro, que tiene, igual al dios griego, dos caras : Atarazanas y el Paralelo, los encantess y las barracas. Dos caras, ! tan distintas…! Parecen dos hermanas de diferente madre, que hubiesen salido a ellas.
Paral·lel
El mercado dominical en el Paralelo — els encants – ofrece la sensación de una feria de pueblo. Y es, como ella, la tradición ; el viejo sistema de compraventa que supone su propio nombre y que aún subsiste, a diario, en los pueblos norteños de España. Es, también lo imprevisto : allí, entre montones de fascículos y revistas y tomos encuadernados en rústica y hasta desgajados, toparéis con la sorpresa bibliográfica ; allí se os dará gato por liebre, si sois profanos, y perlas legítimas por cuentas falsas, aunque no seáis entendidos ; no se libra la batalla entre el comprador culto y el vendedor que conoce el paño; cuando más, será el combate entre el bolsillo y el cajón. Por algo es dominguero. Por algo se recoge el vuelo al filo de las dos, y se va cada mochuelo a su olivo. Por algo es inestable y extraordinario aquel mercado al aire libre.
Y lo propio acontece con el público : abigarrada multitud que no sabe lo que quiere ni por qué lo quiere ; comparsería que acude allí a ojear papeles de igual manera que sube a Montjuich a tomar el sol, y que acaba por comprar algún tomo por sus ilustraciones, o por lo incitantemente subversivo de la portada.
Por lo mismo — y no quiere ser chiste—, ¡ qué lejos Atarazanas del Paralelo !
En esta otra cara de la reventa del libro, todo se acusa con destacado relieve : la manzana de barracas, los vendedores, los compradores… hasta los libros… Entre el hampa de Atarazanas y ese paseo peculiar, de las Ramblas, el «mercado de libros de lance» es como un oasis ; parece puesto allí para impedir que los hampones y la víbria invadan las Ramblas y destruyan la ciudad con sus lacras, con su miseria purulenta ; es igual a una barricada de intelecto, en actitud expectativa… Y, sin embargo, ese viejo caserón de madera — casa de vecindad de los libros de lance — entraña una pintoresca novela picaresca. Hay en uno de sus departamentos, un espíritu burlón y sagaz, cuyo ex-libris es
Santa Madrona
un mochuelo disecado, que es el alma irónica de la barraca, de la barricada… Él me ha hecho sabedor del sainete que a diario se representa allí, en aquella república de las letras, enclavada a las Puertas del patio de Monipodio. ¿Personajes?. .. Los que se detienen ante los estantes, sin revolver, como amedrentados, para luego acercarse silenciosos y casi con miedo; buscan lo prohibido : la pornografía, el libro tendencioso, de ideas… ! o el detestado de texto, a final de curso !—. Los que miran y remiran, y cuanto más miran, menos veo, van en busca de novelas amenas—. Las jóvenes preguntan por novelas de cine; las mujeres son extremistas : o desean el libro blanco, o lo desdeñan para adquirir el rojo. Andreiew y Gogol cogen por la cintura a Berta Ruck y Mary Florian. ! Lindos matrimonios ! —Los entendidos inquieren en seguida ; después, rebuscan y, algunas veces, compran—. También hay gurruminos que toman el puesto por asalto y aporrean los tomos para reir luego su gracia de señoritos acéfalos… Y hay, asimismo, ladrones de libros, procedentes del vecino patio del Monipodio ; descuideros incompetentes que no saben distinguir entre un Wells y un Belda, y cargan — ignorantes — con lo que topan a mano…
Por lo que toca al librero, reconozcamos en él a un superhombre, a un semidiós… ¿Cómo, si no, poner precio a todos los autores, antiguos y modernos ; distinguir buenas de malas ediciones ; justipreciar libros de arte y partituras de música negra ; saber elegir entre mil nombres, los renombrados y los desconocidos… ? El librero de nuevo, tiene marcado por el editor el precio del ejemplar, guarda sus catálogos que lo ilustran en oportuno momento, disipando sus dudas; pero el librero de viejo, no : es la suprema justicia, que señala a cada autor su ringlera y a cada tomo su precio, sin desbarrar ni equivocarse…
Sin embargo — seamos equitativos — entre aquellos parvenus del libro de lance, hay también dos clases de vendedores legítimos — colegiados, como si dijéramos— : el que inicia su estoica carrera pensando en pasar mañana a Atarazanas y en culminar después en dueño de una librería ; y el que la acaba, llegado allí en viaje de retorno, como esas cocotas viejas que vencidas, al fin, por los años, todavía muestran sus buenos trajes de los tiempos… buenos.
Amemos esta vieja institución del libro de lance. Y cuando lancemos al ruedo popular nuestros libros, no nos sonrojemos al contemplarlos en los montones de las barracas, confundidos con otro… Muchas veces — muchísimas !—, esa será la única ocasión de igualarse a los grandes escritores, filósofos y artistas. Y siempre, la justicia que allí se les haga, no será la que mandan hacer, sino la merecida.
Article de A. Fernández Escobes:”El mercado de libros de lance y sus dos caras”, Rvta. Mundo Ibérico del dis 5 de juliol de l’any 1927.