
“ L’any 1906 fou publicat, en un volum de setanta-dues planes, el Primer llibre d’ex-libris d’En Triadó.
En aquesta mateixa data Santiago Rosal ( avui degà dels col·leccionistes espanyols) dibuixà el seu propi ex-libris, i, poc després, el d’un seu germà.
En l’Exposició Internacional de Barcelona de 1906 figurà una important representació d’ex-libris. I en la de Primavera del mateix any, que tingué lloc a Madrid, Alexandre de Riquer presentà vint gravats de la seva realització, entre ells els ex-libris de Víctor Oliva, el d’Alfons XIII, A. Gallardo, Mary F. Luchiger, compte de Casa Dávolos ( que és el seu propi) i l’ex-musicis del mestre F. Lliurat. És del cas fer notar que en aquell temps no existia secció de Gravat, i per tant no hi havia recompenses determinades per als artistes gravadors, i un premi en gravat era triomfar plenament, ja que restava de la secció de Pintura; doncs bé,: les obres d’Alexandre de Riquer obtingueren la primera medalla, que venia a confirmar la primera aconseguida a Xicago i l’altra, també primera, obtinguda en l’Exposicio Universal de Barcelona de 1888.

L’any següent, 1907, la casa Oliva de Vilanova, publicà de manera esplèndida Els ex-libris Renart, amb un pròleg del francès Raisin. El Cercla Artístic de Barcelona organitzà amb gran èxit una exposició d’ex-libris estrangers i espanyols. Pau Font i de Rubinat, el bibliòfil i ex-librista reusenc, no volgué ésser menys, i, amb un pròleg d’Artur Masriera, donà a conèixer aquest mateix any, Los cent primers ex-libris escullits de R. Casals i Vernis.

El 1910, editat per Víctor Oliva, publicà Alexandre de Riquer el llibre Robert Anning Bell, on donà a conèixer a Espanya aquest formidable artista anglès – junts ambdós, un a Anglaterra i l’altre a Espanya, foren els precursors de la innovació mundial dels ex-libris -. El llibre conté ex-libris i tota la diversitat artística de R. A. Bell.
També l’any 1910, quan només comptava divuit anys d’edat, un altre deixeble d’Alexandre de Riquer, Enric Motà, ens sorprèn amb uns ex-libris que, per a la seva curta edat, eren una veritable revelació, plena de grans esperances, que no pogué realitzar per haver mort tràgicament, als vint-i-cinc anys, en una sala del Reial Cercle Artístic barceloní.

Entretant, les revistes i publicacions barcelonines d’art prestaren atenció als ex-libris, remarcant el valor artístic dels nostres i dels forasters. Així, Revista Gráfica, de l’Escola Professional de l’Institut Català de les Arts del Llibre (1901-1902); Joventut, revista d’avançada – com ho foren els diaris Renaixença i El Poble Català -, la qual dirigí artísticament i en fou crític d’art Alexandre de Riquer; Pluma y Lápiz (1902), Hojas Selectas (1903); Miniatura, dirigida per Jiménez i Moya; Pel i Ploma i Forma ( 1906 a 1912) que dirigí Miquel Utrillo; Bibliofilia (1911 a 1914), dirigida i editada per Miquel i Planas; Revista Nova ( 1914), dirigida per Feliu Elias, conegut pels

pseudònims “Apa” ( com a dibuixant) i “Joan Sacs” ( com a escriptor); la revista d’art i lletres Mediterrània (1915), que dirigí l’autor d’aquest llibre, a l’edat de divuit anys; més endavant La Gazeta de les Arts, de Sitges; D’Ací i d’Allà”, en la seva segona època, que dirigí Carles Soldevila; Art, dirigida per Merli, i el Butlletí dels Museus. Àdhuc la revista hotelera ( d’aquest gremi) Sabor y Aroma trobà manera de publicar articles sobre ex-libris, escrits per Llorenç Brunet i Bartomeu Sigalés.
Mercès a l’assídua relació d’Alexandre de Riquer amb els artistes anglesos, la importantíssima revista londinenca The Studio, que molt sovint publicà ex-libris espanyols, va dedicar a Espanya un número sencer.
Els Ex-libris i l‘Ex-librisme. Assaig històric raonat de Josep Mª de Riquer i Palau, Ed. Millà, Barcelona, 1952. Volum segon. (cont.)

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Enquadernació Maioli
Arte perenne, imperecedero.
El espíritu que dio vida al noble arte de la encuademación no ha muerto. Sigue ardiendo el fuego sagrado que aviva la fe. Aquella fe lejana que nació en la soledad de los claustros bajo el signo de la Cruz o en las páginas del Corán «en nombre de Dios clemente y misericordioso». Junto a los claustros se incrementó el estilo gótico que dio especial carácter a las encuademaciones monásticas en las que, aparte los sobrios rasgos de ornamentación, se reprodujo a presión, sobre el cuero, escenas de la vida de Jesús y de los Santos. Con la mente fija en las palabras del Profeta el estilo arábigo se convierte en estilo «mudéjar» o hispanoárabe. La decoración de estas encuademaciones se concreta en magníficas tracerías gofradas a flor de piel, sin oro que les diera brillo. Su dibujo refleja la belleza melancólica del arte musulmán: ni el más ligero perfil de seres animados, ni rasgos estatuarios alientan en su complicada ornamentación, que el fanatismo y la ciencia geométrica inspiró. Ciencia geométrica o fórmula ornamental de amplia base e infinitas derivaciones que desarrollaron con sobriedad y singular sensibilidad artística Thomas Maioli y Jean Grolier, nombres que, grabados en la historia del arte de la encuademación, después de la invención de la imprenta, simbolizan la plenitud del renacimiento. Los brillantes estilos de la encuadernación que irán registrándose después de los que se identifican con el Renacimiento, conocidos por estilo “Maioli” y estilo “GroIier“, tendrán acento francés: Clovis-Eve, Le Gascón, Florimond Badier, Duseuil, Padeloup, Le Monnier, Deóme, etcétera. A finales del siglo pasado la encuademación consigue despertar en París igual interés que las artes puras. No pocos artífices de los demás países demostraron sentir la misma inquietud por la encuademación a través de no pocas tentativas y realizaciones.

Enquadernació Grolier
Encuadernadores de España contemporáneos.
Por lo que hace referencia a nuestro país, esta inquietud tuvo hondas raíces. Nuestro pequeño mundo de la bibliofilia conoce sobradamente la campaña sostenida por el prestigioso industrial barcelonés don Hermenegildo Miralles y la fructífera labor de don Ramón Miquel y Planas, quien consiguió elevar la encuademación de arte en Barcelona sin recurrir a colaboraciones extranjeras. En Madrid se destacó don César Pomard, verdadero artista, conocedor de todos los secretos del arte. En la actualidad sobresale con extraordinario fulgor Antolín Palomino, ya mencionado, quien lleva a cabo con singular destreza y apasionamiento los más variados estilos de la encuademación. Destaca seguidamente de manera muy singular José Panadero, de Albacete, quien ha adquirido gran renombre con sus encuademaciones de pergamino, decoradas a punta de pincel y José Galván de Cádiz, quien ha realizado bellas encuademaciones decoradas a pequeños hierros, con notable habilidad y refinado gusto artístico.
Aportación francesa.
Destacada la aportación nada despreciable de nuestro país a este arte universalmente venerado; hay que reconocer, sin embargo, una vez más, que la preponderancia en el arte de la encuademación sigue correspondiendo a París desde que en el siglo XVI apareció en el firmamento de la bibliofilia la gigantesca figura de Jean Grolier. Hoy más que nunca, los artistas encuadernadores de la cosmopolita ciudad del arte siguen defendiendo su preeminencia a brazo partido sumergidos en las agitadas aguas del arte ultramoderno. «A veces vale tanto o más (la encuademación) que el objeto que tiene la misión de realzar», escribió el ilustre letrado Mr. Maurice Garcon de la Academia Francesa. Es evidente que, desde 1930 hasta nuestros días, una numerosa pléyade de artistas encuadernadores ha alcanzado fama internacional en el mundo de los libros por el arrojo y perfección de sus realizaciones. Desde hace varios años existe una organización denominada «Société de La Reliure Originale». Cada artista de los que componen dicha asociación así como otros muchos que se mantienen independientes, tienen una personalidad artística bien definida. Cada una de sus encuademaciones una viva significación.

Homenaje al libro
Nunca se olvida en esta lid que el libro es una obra de arte de singular trascendencia. Una obra de arte de esta naturaleza no reconoce límite alguno. Se concibe con amplitud, se desarrolla con pasión y se termina persiguiendo un ideal, rara vez logrado, que palpita en el corazón del artista. El anhelo artístico de una encuademación no se halla en la sobriedad ni en la belleza formularia o efímera. Esto es otra cuestión. El arte tiene más entidad. Es la belleza misma perfilada por varios procedimien juntos y su singularidad no debe tildarse ligeramente de rebuscada o henchida, de abstracta o concreta, sino simplemente de buena o mala, si se es capaz de juzgar al artista y los lances de la creación. El presente y el pasado de la encuademación de arte no se ha disgregado. Si bien la presencia de hoy ha roto los tensos lazos de unos preceptos decorativos de eficacia retrospectiva, siguen incólumes, igual que ayer, la obsesión especulativa y los inquietos afanes que pretenden realizar en pequeño aquello que la mente concibió grande en febril exaltación. Después de tanto pelear para salir victoriosos de su ideal empresa ¿qué es lo que ambicionan los artistas encuadernadores de este o aquel país en el momento actual? Exactamente lo mismo que ambicionaron los artistas del tiempo que pasó: Rendir homenaje al libro. Y como postrer galardón concedido a sí mismos, hacer suya tácitamente la divisa ; que el famoso bibliófilo Jean Grolier ‘ estampó en latín al dorso de alguna de sus encuadernaciones: “Portio mea, Domine sit in viventium”, o sea: Que algo de mi, ¡Señor!, quede en la tierra de los vivos.
Emilio BRUGALLA. La Vanguardia, 21 abril 1963, página 23.

Enquadernació Galván
