
“ Els cognoms que no poden ésser interpretats gràficament són molts més que els que poden ésser-ho. Llavors és quan en l’ex-libris s’imposa la simbolització temàtica. El simbolisme s’expressa d’infinites maneres, i sempre el geni creador de l’artista es val d’allò que millor li sembla i troba més adient per a desenvolupar el seu pensament. Un símbol ha d’encloure la psicologia del titular de l’ex-libris, expressada i combinada decorativament amb l’ornament i la retolació. Podria citar-vos centenars d’ex-libris com a exemple; entre ells recordo ara el dels germans Casal i Vall, d’Andorra, en el qual són representats la Vall d’Andorra i un vell casal, amb la inscripcio: “ De l’antiga casa pairal – fem palau d’amor: bell casal”. El de Serafí Reig, també andorrà, en el qual hi ha un serafí recolzat damunt del bolet ou de reig, i la inscripció: “ Elevació d’esperit… i el paladar exquisit”. Un dels ex-libris de l’intel·lectual i bibliòfil lleidatà Estanislau de K. Montaña i Pradera representa un prat i una muntanya; però, com que l’interessat és aficionat als llibres de cavalleria, hi ha també l’espasa simbòlica i un cavall renillant, emmarcat tot dins una orla que li dóna l’aspecte heràldic d’un escut. I el d’en Puigsubirà, de Tàrrega, en el qual hi ha una figura nua esguardant, l’horitzó i un poblet que dorm al peu de l’alta muntanya, i que porta aquesta inscripció: “ Deu-me la terra alta, noble, sobirana!”.
El col·leccionista Joan Marca cercava, sense èxit, un simbolisme i una forma “parlant” per a realitzar el seu ex-libris, quan per fi un dibuixant ex-librista li’n féu un on figura un paisatge amb el riu bíblic i la imatge de Sant Joan; en altre lloc, una etiqueta primitiva de marca de propietat del llibre, i en el conjunt la inscripció: “ JOAN, precursor del quitament humà. MARCA, precursora de l’ EX-LIBRIS”. Les inscripcions són sempre interessantíssimes en els ex-libris, i cal no oblidar-les.
Els Ex-libris i l‘Ex-librisme. Assaig històric raonat de Josep Mª de Riquer i Palau, Ed. Millà, Barcelona, 1952. Volum primer.

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“ Me admira que haya quien busca sin parar, no las primeras ediciones de un autor de primera fila, sino los libros que editó un impresor del que hoy no se acuerdan ni sus herederos, un impresor que puso amor y cuidado extraordinarios en cada uno de los volúmenes que sacó a la intemperie del mundo, o los libros de los que se encargó un artista tan humilde y soberbio a la vez que dedicó su talento a encuadernar volúmenes, idear una encuadernación distinta, única, a libros que quizá, en algunos casos, si hoy tienen alguna importancia, no es por lo que contengan, sino por la excepcional encuadernación que abriga ese contenido. Me admiran también los que, en un mundo tan lleno de grandes autores, dedican su atención a lo olvidado, lo presuntamente menor, autores que las academias consideran de segunda o tercera fila o insignificantes nombres propios que no merecen reediciones ni ediciones críticas. Pero si una de las misiones de los buscadores de libros es fijar dónde está la verdadera importancia de algunos autores, de algunos diseñadores, de algunos encuadernadores, de algunos impresores, sin atender a los ordenamientos casi jurídicos que se imponen desde las autoridades académicas, no es menos destacable que para esos autores presuntamente olvidados, para esos diseñadores a los que no se les tiene en cuenta, para esos impresores que construyeron sus catálogoss como si estuviesen escribienddo sus autobiografías, nosotros, los buscadores, también somos importantes. Se trata de una relación de importancia mutua y por lo tanto no es exagerado hablar de una relación sentimental. Somos importantes para ellos porque ellos tampoco producen por sí solos aquello que necesitan para seguir vivos: es decir, lectores, curiosos, estudiosos, buscadores, coleccionistas. Sin nosotros ellos no podrían ocupar el lugar que merecen aunque sea en lugares sin relevancia social como son nuestras bibliotecas, pequeños reinos junto al mar, por decirlo con el verso de Edgar Allan Poe. Así que no es que los buscadores consigan darles importancia con sus búsquedass y sus encuentros a libros y autores que parecen no tenerla para el resto de la gente, para los departamentos universitarios y para los

suplementos culturales, sino que esos libros y esos autores nos dan importancia a los buscadores porque a través de nosotros vuelven a hablar, son Lázaro, se levantan de nuevo, se levantan y andan. No hay mayor victoria para nosotros los buscadores de lo aparentemente menor, de la preterido, de lo ganado por el olvido, que conseguir que alguno de esos autores abandone las estanterias particulares de nuestras bibliotecas y vuelvan a la intemperie de las nuevas ediciones, de las reediciones, y se hagan un sitio en el canon y pasen de olvidados a inevitabes. Ha pasado hace unos años con Manuel Chaves Nogales gracias a las ediciones de María Isabel Cintas y los esfuerzos de Andrés Trapiello, que también nos descubrió a Rafael Sánchez Masas, ha pasado con Elena Fortún gracias a los esfuerzos y las reediciones de Abelardo Linares. Pasará en algún momento, espero, con Elisabeth Mulder, cuya primera novela, Una sombra entre los dos, de un feminismo radiante, no sé por qué aún no ha sido recuperada. Ha pasado con muchos dibujantes y pintores vanguardistas gracias a Juan Manuel Bonet, rescatador de tantos poetas, el último de ellos Leopoldo de Luis, por el que uno había pasado sin enterarse, demasiado fiado a su condición de poeta de posguerra de larga producción. Ha pasado con muchos fotógrafos y sus maravillosas producciones, mimadas hasta el último detalle, gracias al incansable Horacio Fernández, que sacó del olvido a Luis Acosta Moro y su extraordinario Cabeza de muñeca. Son mis héroes”.
“La novela del buscador de libros” de Juan Bonilla, Ed. Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2018; p.270-272.

