“¿I els llibres? Vegem com es va procedir amb ells:
Després que el poble sobirà, tan clement, tan moderat i just, havia degollat un bon matí als habitants d’algun convent, es retirava per fer el repartiment a casa del que cadascú havia fet fora, als seus parents i amics, per les finestres. Si per descuit o deliberadament el convent no havia estat cremat l’autoritat, novament constituïda i escollida entre el més selecte de la població liberal, arribava més o menys de pressa per apoderar-se de les restes en nom de la nació. Sense preocupar d’engendrar possibles enemics en la seva pròpia colla, no deixava de donar part generosament de tot el que trobava al primer que arribava, sobretot quan eren llibres, mercaderies de mala qualitat i de poc valor a judici seu. Mentrestant, com era necessari fer veure que hi havia organització, se’ls amuntegava en qualsevol part i es confiaven a qualsevol fins a nova ordre. Aquest qualsevol, que canviava freqüentment, mitjançant diners i fins i tot per pura cortesia, els posava a la disposició de vostè durant els anys que les altes autoritats governamentals passaven a prendre una decisió. Generalment aquesta decisió era transportar els llibres a una capital de província, transport assenyalat sempre pels in-foli i els in-4t, que el traginer llançava durant el camí als nois o amb els que gratificava als venters i hostalers i als amics que trobava. A la capital de província, nou amuntegament de llibres en algun magatzem molt obert, nova aplicació del està a la disposició de vostè, etc., etc.
A la fi arribaven les instruccions precises, i els savis nomenats ad hoc per disposar del que quedava. Cap es descuidava i no oblidava ni al seu cosí el professor, ni al seu amic el llibreter, ni al seu compare el botiguer. Moltes vegades també, o per falta de local convenient o per necessitat de diners, l’autoritat municipal decidia una venda en conjunt i al pes. Així va ser com quatre mil arroves de vitel·la, tretes exclusivament de llibres, van ser venudes d’un sol cop a jueus portuguesos al seu preu material. D’aquesta manera un especulador conegut meu va comprar en diverses vegades més de cinc-cents mil rals (120 a 130 mil francs) de llibres al preu del paper, però no obstant això, no li va enriquir, a causa de totes les vicissituds per les quals havia passat la mercaderia abans de ser venuda.
D’aquesta manera, la dispersió de les biblioteques del clergat va alimentar durant molts anys a el comerç de llibres vells; gairebé tots els que valien la pena, o per la seva raresa, o per la seva conservació, van passar poc a poc a l’estranger. Actualment el mercat està buit, gràcies a aquesta aparença d’estabilitat amb que l’administració del general Narváez ha gratificat al país.
SOBOLEVSKY, Sergio: Bibliofilia Romántica Española (1850), Ed. Castalia, València, 1951, pàg. 65-67. Colección Ibarra X.
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Para abordar nuestro objeto de estudio específico, nos encontramos con una serie de conceptos asociados a las ediciones de bibliofilia o los libros para bibliófilos como ser: los volúmenes de lujo, las ediciones limitadas, pero también los libros ilustrados, las impresiones artísticas, las ediciones de arte e incluso los libros de artista u obras-libro. Consideramos que la expresión libro para bibliófilo es menos erudita y coloquial que edición de bibliofilia, pero ambos resultan en cierta medida equivalentes a los fines del presente trabajo. Según Francisco Mendoza Díaz-Maroto (2002), pueden plantearse tres tipos de libros destinados a los bibliófilos. En primer lugar, se incluyen las ediciones de bibliofilia ilustradas por artistas profesionales de las que hablaremos más adelante. En segundo lugar, se tienen en cuenta las reproducciones facsimilares completas de originales, que exigen la mayor calidad posible de las copias. En tercer lugar, se consideran aquellas publicaciones y reimpresiones de diversa índole que versan sobre bibliofilia, agrupadas según temáticas afines (bibliografía específica, incunabilística, bibliología, etc.).
Respecto al resto de los términos, el concepto ‘volumen de lujo’ suele ser utilizado por los mencionados aristobibliófilos que quieren comprar un libro valioso con el propósito de adquirir cierto rango social. Como su nombre lo indica, el volumen lujoso alude a una ‘edición especial’ (cuidada o esmerada), realizada con materiales de calidad. Según el crítico de arte Atilio Chiáppori (1937) “Casi no habría que hablar del ‘libro de lujo’, ese advenedizo de la bibliografía contemporánea, que se pavonea con la riqueza de su papel fabricado en cubas especiales; con sus tipos fundidos expresa y exclusivamente para su impresión; con sus estampas tan primorosas como detonantes e insulsas; con sus encuadernaciones suntuosas, recargadas de ‘hierros’ y de policromías”. Para este autor “Es el rastacuero de las bibliotecas que improvisa el ‘nouveau-riche’ con pretensiones intelectuales.” El escritor y jurista Abel Cháneton (1943) también critica la “moda del libro de lujo”, importada de París y fruto de cierto snobismo porteño. En contrapartida, en lo que concierne al libro lujoso, para Rafael Alberto Arrieta (1928) “El lujo es la expresión de la riqueza y el arte es el más caro de los lujos”.
La noción de ‘edición limitada’, hace referencia a la restricción del número de ejemplares impresos. Si bien suele relacionarse en muchos de los casos con el ‘libro lujoso’ o con el ‘libro raro’, esta producción restringida puede tratarse de cualquier tipo de publicación y no necesariamente una edición para bibliófilos. Asimismo hay que tener en cuenta que, según el Código de la Bibliofilia Moderna (1936) escrito por Maurice Robert, la tirada “no será arbitrariamente limitada, con miras a inflar artificialmente su precio de venta.”
Por un lado, con la denominación ‘libro ilustrado’ (asociado al livre de peintre francés) se privilegia el lugar de las imágenes (en negro o en colores) realizadas ad hoc por un dibujante, pintor o grabador en relación de complementariedad con el texto. Esta labor del artista ilustrador, aunque habitualmente se considera como una responsabilidad subordinada a la primacía del autor literario -coetáneo o no-, plantea la producción de un libro como un hacer fundamentalmente colaborativo (Romero y Giménez, 2008, p.105). Según el mencionado Código, comentado por el pintor y grabador Alfredo Guido (1945), el libro de bibliófilo “es el que acompaña a su texto ese elemento vivo que es la imagen, la que prolonga los goces del espíritu por medio del placer visual (…)” Para Guido el ilustrador tiene que ejercer su oficio evitando cualquier exhibicionismo;“debe tener ante todo el sentido del libro y de su arquitectura (…) debe colaborar con la obra, haciendo que sus dibujos preparen un clima propicio para el libro, a veces hasta con simples ornamentaciones.” En este sentido, en el libro ilustrado cobran importancia los elementos que tienen un papel decorativo, ya sean las letras capitulares o iniciales, las orlas y las viñetas en las cabeceras o en los finales de los capítulos. Por otro lado, la noción ‘impresión artística’ se utiliza principalmente en la publicidad de imprentas, en alusión a cualquier tipo de técnica, manual o industrial.
Article: “Ediciones ilustradas de la Sociedad de Bibliófilos Argentinos en repositorios institucionales” de
María Eugenia Costa. https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/costa.pdf

