“En una edició de bibliòfil només són acceptables les tècniques nobles de reproducció: xilografia, talla dolça i potser la litografia. Pel que fa a aquesta, encara que és opinable la seva consideració com a gravat – i la nostra és contrària -, és en canvi indiscutible que és obra directa de l’artista i acceptable en bibliofília. Les consideracions sobre la seva harmonia amb la lletra impresa són les úniques que poden fer-la acceptar o rebutjar en cada cas.
Aquesta exclusió de les tècniques mecàniques de reproducció no és un caprici dels editors ni un afany gratuït d’encarir els llibres. Les il·lustracions les ha de fer la mà de l’artista, no la màquina. Entre el resultat del sistema més perfecte de reproducció i l’obra original hi ha sempre una distància enorme. És la distància que va del que és viu al mort. El traç directe de l’artista queda desvirtuat en passar per la màquina. Serà un cadàver molt ben conservat, perfectament embalsamat, però fatal i irremissiblement mort”.
Técnicas del Grabado Calcográfico y su estampación de Jaume Pla. Eds. Omega, Barcelona, 1986, 3ªed.pp.171-172.
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“ -¿Qué le han traído a usted los Reyes Magos, querido Gaziel?.
– Nada, señora. Hace ya mucho tiempo que no se acuerdan de mi.
– ¿ Será por sus muchos pecados?
– Por el peor de todos, que es tener más años de los necesarios.
– No lo crea usted, porque a mi todavía me han dejado algo en el zapato.
– Las damas, mi querida amiga, no tienen edad, y sus zapatos, cuando son hermosas, fácilmente se confunden con una babucha de muñeca.
– ¡ Qué galante es usted!
– Más lo han sido los Magos. Pero. ¿ puede saberse ya qué le trajeron? ¿Joyas, encajes, perfumes, brocados…?
– Nada de eso. Se trata de algo nuevo, excepcional, que a usted seguramente le gustará más que a mí misma. ¿ No lo adivina ya?.
– No, francamente.
-¡ Un libro, hombre de Dios! Los Reyes Magos me han traído un libro.
– ¡Cómo !
– ¿ Ve usted? Ya sabía yo que iba usted a poner unos ojos como dos candiles.
– En efecto: ¡ es tan raro, en España, no que los Reyes se muestren galantes con las damas, sino que sus ofrendas sean espirituales! … Y dígame: ¿ qué libro es ese?
– Una preciosidad. Dicen que hasta ahora no se había visto, en este ramo de la bibliofilia, cosa igual entre nosotros. Va encerrado en un estuche de seda. Más que un libro, parece una joya.
– ¿ Y, cómo se llama ese libro-joya?
– Semana Santa, por Gabriel Miró. Es una edición, soberbia y exquisita, de una de las obras más características del gran prosista levantino. ¡si viera usted las láminas que lleva grabadas al boj! ¡ Y qué papel. Qué márgenes, qué tipografía!… Pero, ¿ qué le pasa a usted? Vuelve la cabeza. ¡ Acaso no le gusta esa obra?… ¡Mírela, por Dios! Aquí está el estuche. Esta es la portada.
-¿ La ha leído usted?
– ¡Por lo menos diez veces! Primero el nombre del autor, arriba. Luego las grandes titulares. Ornamentación profusa. Y más abajo, una línea secundaria que dice… ¡ Es posible?… Dice: Nota preliminar por Gaziel. ¡Ah! ¿ Con que usted anda metido en este asunto de mis Reyes Magos?
-¿ Yo? ‘De ninguna manera! A mi el editor de esa obra me pidió, hace mucho tiempo, que le escribiese cuatro palabras iniciales. Y nada más.
-¿ Le conoce usted, entonces?
-¿ A quién va a conocer un pobre escritor, si no es a todos sus presuntos cómplices?
-Dígame, pues, en confianza; este de quien hablamos, ¿ no está un poco chiflado?
-¡Caramba! ¿ Por qué lo dice usted?
-¿ Sabe usted cuánto vale este ejemplar de Semana Santa?
-No sé, y usted tampoco debería saberlo.
-¿ Por qué?
-Porque, según acaba de decirme, es un regalo que le han hecho a usted los Reyes Magos, y esos señores acostumbran a borrar los precios y escamotear las facturas.
-Es verdad; pero mi marido tiene mucha confianza con los criados de los Magos, y lo que ellos le contaron yo he querido saberlo, para cerciorarme de que el regalo de este año no desmerecía del magnífico Renard que me trajeron el año pasado. Y, ¡pásmese usted! El libro vale casi tanto como la piel de zorro; seiscientas pesetas. Honradamente: ¿ usted cree que se venderán tres? Por algo le decía yo a usted que el editor está chiflado.
-Tal vez; los hombres de negocios tienen también sus chifladuras, como los poetas.
Article: “El libro-joya” de Gaziel a La Vanguardia, 8 de gener de 1932, p. 5.