” Els llibreters de vell a la moderna estan en certa manera recolzats en els bibliòmans, que seria un error confondre amb els bibliòfils i els recercadors. Poden distingir-se diferents espècies de bibliòmans: els especialitzats, els fantàstics, els envejosos, els vanitosos i els ‘tresorejadors’. El bibliòman ‘tresorejador’ viu feliç posseint els seus llibres, perquè els estima gelosament. La seva biblioteca és un serrall on no hi entren ni els eunucs; els seus plaers són discrets, silenciosos i ignorats; no permet a un amic la contemplació de cap de les seves favorites, freqüentment poc dignes d’excitar l’enveja i que ell, embadalit, recorre amb els ulls i la mà. S’assegura que cap rival li disputi els encants d’edició i enquadernació dels que està cor-robat: gaudeix en la soledat. Nega les seves riqueses com si tingués por dels lladres i es ruboritza per elles com si les hagués adquirit de mala manera. S’enfada si li fan preguntes al respecte i abans mentirà que confessar-se propietari d’un volum que ha comprat legítimament.
Els seus llibres jauen tancats amb una clau triple, ocults darrere d’un opac cortinatge, com si fos el vel de l’Arca de l’Aliança. Aquestes precaucions, no obstant això, en pocs casos estan justificades per la naturalesa de les obres que no franquegen en absolut la rigorosa censura moral i religiosa. Hi ha en aquests bibliòmans una passió reconcentrada, purament egoista, que s’alimenta de si mateixa, passió que creurien profanada si el seu objecte no fos un misteri pel món”.
LACROIX, Paul: “Los aficionados a los libros viejos”. Ed. Castalia, València, 1948; p. 69-70.
Grolier i Aldo Manuzio, pintats per François Flameng
“ Un libro viejo en perfecto estado de conservación, que reúne la rareza á su mérito literario, es un hallazgo feliz para un aficionado; pero en esto como en todo puede haber exageración; hay quien manifiesta con grande énfasis un libro cuyas hojas no se han abierto aun, sin pensar que esta especie de inútil virginidad, si algo prueba, es que el tal libro no ha merecido los honores de ser leído, ó que el poseedor de él no era sino únicamente guardián. Con todo, de esta clase de rarezas, más curiosas que útiles, hay algunas que se adquieren á gran precio, se conservan con gusto, se muestran con vanidad y no se leen casi nunca, ya á causa de su contenido, que no tiene interés, ya porque su riqueza exterior las pone fuera de uso. Pero estas joyas son el adorno de los días de fiesta y contribuyen á hacer una biblioteca más hermosa y más completa. Uno de los bibliógrafos mas instruidos dice con mucha verdad, respecto á este asunto: ? Los libros, así como los hombres, tiene sus títulos de nobleza, y los D’Hozier, bibliográficos, suplen los cuarteles de un volumen con las celebridades de toda especie á quienes ha pertenecido, desde las favoritas de los reyes hasta los prelados ó modestos literatos. Armaduras, divisas, cifras, firmas y aun tradiciones, todo sirve de prueba en esta justificación, y ya se sabe lo que aumenta el valor de los libros, y á qué elevados precios llegan los volúmenes condecorados con la divisa de Grolier, la cifra de Enrique II ó de Diana de Poitiers; las armas de De Thou, o de Colbert, d’Hoyen, de Soubise, ó de la firma de Racine, de Bossuet ó de otros personajes célebres.
Lo mismo puede decirse de los antiguos manuscritos y de los libros pertenecientes á los primeros tiempos de la imprenta: sus caracteres y sus adornos, que hacen las delicias de los bibliófilos y de los bibliómanos de nuestros días, serían, de seguro, en su mayor parte, por su mal gusto y mediana ejecución, reprobados y despreciados con desdén, sino los rodeara la aureola de la antigüedad. Pero es preciso ser indulgentes con los que tienen el inocente placer de conservarlos con esmero, describirlos con minuciosa exactitud, sacar de ellos facsímiles, y aun reimprimirlos en número de 50 á 80 ejemplares. Esta es una de las debilidades de los aficionados, la cual, sin embargo, tiene la ventaja de fomentar el estudio de la historia y del arte”.
Extret de Constantin, L.A.: “Biblioteconomia o Nuevo Manual Completo para el arreglo, la conservación y la administración de las bibliotecas” ; trad. de Dionisio Hidalgo. Sociedad Económica Matritense, Imp. Escuelas Pías, Madrid, 1865, pp.9-10.