(en el primers temps) “Hi parava l’Amiguito, llibreter encantista, assidu a les fires. Havia tingut parada a Sant Sebastià.Hi anava, també traslladat de Sant Sebastià, l’avi Melcior Millà. En els seus darrers temps el secundava en les mecàniques de la instal·lació i en la venda el seu nét Àngel, que aleshores era un marrec. Es situava al carrer d’Urgell.
Hi posaven parades de certa importància en Ciganda, (à) el Navarro i l’Adan. També hi tenia parada, el Barretina.
Hi començà de vendre llibres en Carbonell, (à) el Paleta.
Esquella de la Torratxa, La. Núm 0735 (10 febr. 1893)
L’Uson, més conegut per Joanonus, també va començar a vendre llibres en aquells Encants. Era tot un tipus. Treballava en un establiment de compra i venda de mobles i de deixalles d’obres que hi havia al carrer d’Urgell, al tros que va del Mercat de Sant Antoni al carrer de Corts. Va treure, doncs, el nas als Encants a través de la finestra d’un drapaire.
Barrejats amb les desferres i els mobles vells queien a vegades pilots de llibres. L’Uson era el qui els administrava. Fou degut a aquesta circumstància que va començar a negociajar-hi. Per altra banda, ja estava tarat de literatisme.
Escrivia versos i altres treballs literaris, en castellà i en català. Havia col·laborat assíduament a L’Esquella de la Torratxa. Signava els seus treballs amb els pseudònim de Joanonus. Fou el fundador i director del periòdic El Titella.
Es féu llibreter professional després de la setmana tràgica, això és, a les darreries del 1909. L’any 1914 va instal·lar-se al Mercat de Santa Madrona.
Llibre de Llibreters de Vell i de Bibliòfils barcelonins d’abans i ara, de Jaume Passarell, Ed. Millà, Barcelona, 1949; p. 54-55.
Biblioteca British Museum
“ En la Biblioteca del British Museum he esbozado una genuflexión ante el lugar habitual de un exiliado barbudo al que su madre le reprochaba que hubiera arruinado su vida escribiendo El Capital en lugar de acumular un capital. He saludado a la cúpula, vasta como la frente de un genio universal, de la Biblioteca del Congreso de Washington. He respirado el olor a ciencia antigua y a cebolla
Biblioteca del Congrés a Washington
amistosa de la Biblioteca Lenin de Moscú. He escuchado el ruido de frotamiento característico de las páginas de papel de arroz pasadas en el silencio de la Biblioteca de la Universidad Peida de Pequín. Sí, venero las grandes bibliotecas, lugares de descanso de toda la memoria del mundo, que celebró Alain Resnais. Pero es bien sabido que la veneración no es el amor y que el respeto puede no estar desprovisto de frialdad. Me inclino ante las bibliotecas cardinales. A menudo recurro a ellas. Pero me inclino con un poco de espanto. Las utilizo cuando no puedo hacer otra cosa en absoluto. Lo confieso, no soy hombre de esos inmensos conservatorios de lo impreso. Amo demasiado los libros para soportar visitarlos tan solo y poder
Biblioteca Lenin a MOCKBA.
abandonar los volúmenes, a la hora de cerrar, a los guardianes de sus gloriosas Bastillas. Me gusta que los libros compartan mi vida, me acompañen, callejeen, trabajen y duerman en mi compañía, se rocen con las venturas del día y los caprichos del tiempo, acepten citas conmigo a hora ‘imposibles’, ronroneen con la gata al pie de mi cama, o se arrastren con ella en la hierba, doblen un poco la punta de sus páginas en la hamaca de verano, se pierdan y se encuentren de nuevo. Los libros son para mí más unos amigos que unos servidores o unos maestros. Por eso prefiero a las bibliotecas las tiendas de las que uno sale con su amigo bajo el brazo, las grandes o pequeñas librerías, y los miembros de su familia, librerías de viejo, librerías especializadas, bouquinistas de los muelles, ferias de libros de ocasión ( en Lausana cerca del Palacio de Justicia, o en Moscú en las aceras del Teatro de Arte, y los silos de libros de segunda mano de la parte baja de la Tercera Avenida en Nueva York, y las ocho millas de estanterías que se hunden bajo decenas de miles de libros en los dos niveles, planta baja y sótano, de la librería Strand, en la esquina de 828 Broadway y la calle 12 “.
ROY, Claude: El amante de las librerías, Olañeta Editor, B, 2011, pp.14-17.
Strand Bookstore a NY.