“ Plana juga amb un avantatge: té més possibilitats que ningú de trobar llibres selectes, perquè l’ofici el porta a entrar a cases particulars i pagar 50 pel que val 100 en comptes de 50 pel que val 20.
A Estruga, anar a les llibreries directament és el que li fa més goig i allò amb què va començar. Després va comprar per catàleg i en subhastes, però no directament sinó per telèfon o correspondència. Avui creu que Internet serà el gran sistema de venda de llibre de vell del futur.
Xavier Trias de Bes explica:’ Durant molts anys he comprat llibres com un caçador, amb el perdiguer i l’escopeta a la mà, és a dir, a peu, perquè aquesta és la forma més divertida de comprar llibres: remenar, preguntar, tornar-hi al cap d’un temps. Però amb el temps, això cada vegada es fa més difícil i inexorablement hem de caure en els catàlegs, en alguna subhasta o altra i en Internet’”.
Article: “El fetitxisme del bibliòfil”, de Jordi Marlet a l’Avui-Cultura de 19 d’octubre del 2000, pp. V.
“ El otro día, en el paseo de Gràcia, me encanté en una de las casetas de la Fira del Llibre d’Ocasió Antic i Modern que se celebra en este paseo hasta el 7 de octubre. En realidad buscaba una de esas gangas que te llevas a casa por poco más de veinte duros. Libros que hasta hace poco se vendían a dos y tres mil pesetas, aquí los puedes encontrar a precios rebentados. Estaba, pues, yo, removiendo una de esas pilas de libros cuando me di cuenta de que a mi lado había un amigo mío escritor. Enseguida noté su mala cara, pero no le di mucha importancia porque estábamos en plenas fiestas de la Mercè y el hombre podría haber pasado una noche movida. Lo saludé, pero ni se enteró; estaba tan absorto en el montón de libros que tenía delante y que, como yo, tres personas más removían. Tuve que darle dos toques en la espalda para que reaccionara, tal era su fijación, hasta que bajó de la luna. ‘Perdona, es que…’. Me pareció entender el motivo de su ensimismamiento, pero me equivocaba. No era, como yo, el deseo de encontrar una ganga, sino, sencillamente, que la ganga era él.
Puedo imaginar el dolor que se siente cuando uno ve su novela a veinte duros. No por los veinte duros, sino por lo que ello supone. Pero, en fin… La vida es dura y la del escritor mucho más. Lo invité a un café y me contó que se planteaba dejar de escribir. ‘Tampoco será para tanto. Piensa que Kafka murió sin que apenas lo conociera nadie. Y mira ahora’. No conseguí convencerlo y para animarlo nos fuimos a ver las auténticas joyas de la feria, ese libro que sólo aparece de vez en cuando y que hace caer la baba a ese extraño y curioso espécimen que es el coleccionista”.
Article: “La ganga era él”, de Isabel Olesti a ElPaís.com, l’1 d’octubre del 2001.