“Lo procés de la foliació dels llibres fóra molt curiós seguir-lo pas a pas. Arribà a tal grau la incuria dels estampers en aquest cas particular, que per més indicacions de foliació que porte lo llibre, devegades se fà molt difícil lo comprobar si es complert o no, puix quan no està equivocada la foliació de dalt, ho està la de la signatura, o les dues alhora.
Per a repassar bé un llibre, moltes vegades se fà necessari descosir-lo y tornar-lo a plegar plech per plech.
La mida dels llibres, per a les Biblioteques publiques, en general, era sempre la de gran in-foli, y per a que lo públich no malmenés les obres, aquestes estaban lligadas ab cadenes d’una llargària almenys d’un metre per a que se poguessen posar, al llegar-los, sobre faristols apropriats. La enquadernació era de fusta ab cantoneres y tancadors de metall. En cambi los llibres d’hores y demés llibres populars eran petits, puis estaban en mans delicades, y son ús axí ho exigía.
Los llibreters estojavan en ses botigues los millors llibres en un armari que’n deyan de parar hores, o sía que tenían los llibres d’hores y altres xilogràfichs tancats en una especie de vitrina o mostrador, com podèm veure en l’inventari d’en Miquel Cabrit, llibreter barceloní del segle XVII, qui tenía sa taberna literaria, com diría Ciceró, en la Calcetería, avuy carrer de la Llibretería.
Article “ De re bibliaria” de Joan Bta. Batlle en el Catàleg de la Llibrreria L’Arxiu de juliol de 1925.
“ La bibliofilia se mantiene próspera en los países que tradicionalmente la cultivan, a pesar de trastornos políticos y depresiones económicas. Londres, Paris y muchas poblaciones importantes de Francia, Bruselas, Amsterdam, Roma, Milán y Venecia celebran todos los años, de noviembre a junio, subastas bibliográficas, por las cuales desfilan libros singulares y valiosos. Cada uno de ellos cuenta por lo menos con media docena de compradores que se los disputan, sin incluir en este número a libreros y anticuarios, quienes procuran adquirirlos en la seguridad de recabar un respetable tanto por ciento, cuando no de duplicar la cantidad empleada con el aditamento de las que cada operación exige.
La venta de la biblioteca Hut, efectuada en Londres en siete sesiones, que duraron de 1913 a 1921, un mes de cada año, se recuerda todavía con emoción. Fue, sin duda, la más espléndida, rica y completa de estos tiempos, y produjo bastantes miles de libras esterlinas. Verdad es que en ella figuraban cuantas obras capitales engendrara el humano espíritu, desde los albores de la imprenta en Europa hasta mediados del siglo último, sin contar manuscritos y códices ejecutados en las mejores épocas de la miniatura. Un librero entendidísimo aseguraba que las cotizaciones de esta venta hubieran aumentado considerablemente de haberse verificado unos años después.
Tan soberbia colección puede equipararse solamente con la formada en Paris a mediados del siglo anterior por el famoso librero Fermin Didot, cuyo lujoso catálogo constituye hoy una buena obra de consulta para los aficionados a libros y manuscritos con miniaturas”.
Article: “Bibliofilia” de C.R. Salamero a LUZ, el 30 de noviembre de 1932, pp.2.