“ En Tom també era un bibliòfil consagrat, encara que els seus intents de reunir una col.lecció pròpia d’edicions escollides es veien severament restringits pels seus mitjans sempre limitats. Amb tot, tenia un coneixement i una perícia considerables en aquesta àrea, i va ser ell qui em va ensenyar sobre incunables i colofons, enquadernacions i orles, edicions i tiratges, i totes les altres minúcies tan estimades pels estudiosos bibliogràfics”.
COX, Michael: El significat de la nit,Una confesió. Ed. 62, , 2007. 686 pp. ( The Meaning of Night- Trad. Librada Piñero).
“ Se puede frecuentar asiduamente, a lo largo de toda una vida, las librerías sin llegar a darse cuenta de la existencia de una red de negocios, paralela y secreta, reservada al disfrute de una clientela escogida, de gustos oscuros, que – cual si se tratara de una de las subclases de Fourier – no se interesa más que en un tipo de objetos ( de libros) muy concreto. Estas librerías están especializadas en el comercio con lo que está fuera del comercio, con lo raro y lo original; ocurre con frecuencia que libros publicados en tales condiciones, para la mencionada red, no crucen nunca la frontera, y queden aisladas en esta tierra silenciosa.
Estos negocios se distinguen por algunos rasgos invariables: los escaparates quedan enmascarados, a ciertas horas del día, por un celofán coloreado – de color azafrán -, o velados por un estor echado; habitualmente se ve en ellos poca gente, y tienen una atmósfera acogedora ( protegida, cabe suponer, por el alto precio que alcanzan sus productos), que en los menos agradables linda con lo polvoriento; allí pueden verse todavía mostradores o escritorios de madera, muchas veces en roble claro, pero también en una madera mate y sin gracia alguna; alfombras y moquetas, y en ocasiones parqués.
Tienen sus pobladores y sus mitos, clientes acomodados ( ejecutivos y profesionales liberales, con un predominio notorio, que siempre me ha llamado la atención, de médicos), en general de cierta edad – por definición, el bibliófilo es un jubilado -, que se conocen ( relacionados como están por las reglas de un mercado restringido) y, es de suponer, se envidian entre ellos.
El gran mito del bibliófilo gravita alrededor de esta paradoja pasional: se trata de alguien que no lee. Las ediciones originales, que, como es sabido, siguen la costumbre antigua y no son guillotinadas, se devalúan una vez se han abierto sus páginas ( irónicamente o no, Roussel hizo representar en uno de los grabados con que mandó ilustrar las Nouvelles impresions d’Afrique el protocolo mínimo de todo bibliófilo: leer un libro colocado horizontalmente sobre una mesa separando sus hojas, sin cortarlas). Un mito cuya virulencia deberíamos atenuar sin duda – el bibliófilo no tendría posibilidades de ejercer una intransigencia absoluta -, pero que cuenta con su parte de verdad.”
Article “Anatomía del bibliófilo”, de Patrick Mauriés, traduït per A. Taberna, a Revista de Occidente, nº 141, 1993, pp. 83-84. ( Original a Traverses, Paris, 1983).
Ha, ha… he fet això de llegir sense obrir la pàgina, només si era possible! Si no puc llegir sense obrir obro i endavant!
Doncs jo alguns llibres petits i curts els he pogut llegir sense obrir les pàgines.
Em sap greu tallar-les.