“ Si la importància bibliofílica és, fins a cert punt, independent de la vàlua intrínseca del llibre, l’ideal és, però, que una i altra vagin juntes. No cal, doncs, encarir l’interés d’una col.lecció d’història de Catalunya, amb exemplars dels primers temps de la impremta entre nosaltres, alguns d’ells incunables – i tothom sap què vol dir, en les esferes de la bibliofília, un incunable català, sortit de les premses dels impressors alemanys que introduïren aquí la novel.la art o de llurs successors.
Els erudits seguiran discutint sobre els origens de la impremta a la península; com totes les matèries d’erudició, la controvèrsia potser no acabarà mai, o almenys tardarà molt. El fet és, però, que el primer llibre imprès a Barcelona del qual ens han arribat exemplars és l’Egregie dcotor Sancti Thome de Aquino in libris ethicorum comentum, per Brun i Spindeler ( 1478)”.
Article: “Els XII”, de Just Cabot a ‘La revista nova’, nº 15, de març de 1918.
“ En Siracusa conocí a un inglés que padecía ‘ bibliofilia’. Se llamaba Mister Harriwel. Poco le importaba a nuestro inglés lo que los libros pudieran decir. Para él, eran igualmente codiciables un volumen de nociones de Aritmética que la Biblia o La Ilíada. Lo que interesaba a Mister Harriwel era el libro, considerado como cuerpo.
-Estoy preocupadísimo – me dijo un día, mientras tomábamos café – . Tengo enfermos algunos volúmenes de mi biblioteca.
Yo siempre había considerado a Mister Harriwel como un señor un tanto ‘chalado’, pero con aquella declaración, le ascendí de pronto a loco de remate.
-Sí, señor – continuó el inglés-. La gente cree que el principal enemigo de las bibliotecas es el fuego, y por eso colocan grandes y antiestéticos extintores en las salas de lectura. No es el fuego ni son los lectores mismos los principales enemigos de los libros. Quienes podrían acabar en poco tiempo con los volúmenes más curiosos del Mundo, si la Ciencia no se ocupase del asunto, son unos bichitos pequeñísimos que apenas se ven, y que devoran sin piedad los libros, especialmente los antiguos.
Después. Mister Harriwel me explicó detalladamente las características de estos bichitos, que padecen la extraña manía de digerir literatura.
Uno de los bichitos más peligrosos es el llamado annobium paniceun. Se trata de un coleóptero que mide dos milímetros. Es de color marrón claro y forma cilíndrica. Se le encuentra en todas las latitudes. Antes se creía que este bichito sólo atacaba el pan de centeno, pero ahora se ha descubierto que, sin desdeñar del todo el pan, prefiere la literatura como alimento y albergue. Las hembras colocan sus huevos en los intersticios de los volúmenes. Lo que prefieren para alimentarse es la goma o engrudo con que están pegadas las hojas.
También son un enemigo terrible de las bibliotecas los gusanos, llamados vulgarmente ‘barrenilla’ o carcoma, porque empiezan atacando la madera de las estanterías y concluyen metiéndose en los libros.
Mister Harriwel me citó infinidad de nombres y características de estos animalitos, pero no es cosa de cansarles a ustedes.
-El más importante y el más voraz de todos – concluyó el inglés- es el llamado científicamente cheylectus cruditus, y vulgarmente, ‘devorador de libros’. Habita en los infolios polvorientos. Es vagabundo y ciego. Devora a otros insectos que viven en los libros, pero esto no es ventaja, puesto que él solo se basta y se sobra para acabar con la palabra escrita, si se le deja. Esta especie es la que he descubierto en mi biblioteca, pero me propongo acabar con ella en poco tiempo.
Por fin, Míster Harriwel, que era algo exageradillo, me dijo con acento patético:
-Si los hombres de buena voluntad no nos ocupáramos de este problema, los devoradores de libros causarían un destrozo, comparado con el cual la catástrofe de Alejandría resultaría una broma”.
Article de P.D.: “ Unos bichitos que comen literatura”, a la revista Estampa, de 13 de gener de 1934, pp.15.