En un article: “El bibliògraf i bibliotecari Bartolomé José Gallardo”, de Nora Vela i parlant d’en Gallardo, surt el tema de si agafava llibres sense permís en alguns llocs, i de molta gent que li tenia mania, com en Serafín Estebánez Calderón que era un altre col.leccionista del mateix estil i van pledejar per injùries, d’on va sortir que Estebánez va haver de rectificar les dures opinions que tenia d’en Gallardo i que va deixar molt clares en dos sonets satírics, que son els segúents::
“Caco, cuco, faquín, biblio-pirata,
tenaza de los libros, chuzo, púa;
de papeles aparte lo ganzúa,
hurón, carcoma, polilleja, rata.
Uñilargo, garduño, garrapata,
para sacar los libros cabría, grúa,
argel de bibliotecas, gran falúa
armada en corso, haciendo cala y cata.
Empapas un archivo en la bragueta,
un Simancas te cabe en el bolsillo,
te pones por corbata una maleta.
Juegas del dos, del cinco y por tresillo;
y al fin te beberás como una sopa,
llenas de libros, África y Europa”.
* * *
“Traga-infolios, engulle-librerías,
desvalija-papeles, mariscante,
pescador, ratonzuelo, mareante,
Barbarroja y Dagut de nuestros días.
Más vejete que el viejo Matatías,
murcia-murciando va el mundo adelante;
de bibliotecas es el coco andante,
capeador, incansable en correrías.
Harto de hormiguear a troche y moche
y de hundir lo que birla desde mozo
en su cueva, insondable cual abismo,
en sueños se levanta a media noche,
coge sus libros y los echa al pozo,
y por garfiar, garfiña hasta a sí mismo”.
Article: “ El bibliògraf i bibliotecari Bartolomé José Gallardo”, de Nora Vela, a Métodos de Información, vol.6-nº 28, de gener de 1999.
“ El bibliómano tiene mucho de bibliófilo, aunque el bibliófilo desprecia la bibliomanía y hasta experimenta horror de serlo o aparentarlo.
El bibliómano es víctima, pues, de los tormentos que la bibliofilia engendra; pero las fuentes de su placer son, por el contrario, más numerosas. El bibliómano ama todos los libros. Prefiere poseerlos perfectos; pero a falta de un ejemplar sin tara no se privará de poseer un ejemplar malo, así como se quiere a un hijo desgraciado. El bibliófilo sin corazón encierra sus tesoros en una biblioteca con llave; y todavía, para que el sol no ofusque los dorados tejuelos y palidezca los marroquines, los oculta bajo cortinas y en una habitación sin día.
El bibliómano es un padre en medio de su prole. Quiere los libros al alcance de su mano, bajo sus miradas. No se desprende de los ejemplares repetidos; en cuanto le falta espacio, eso si, los relega a un segundo término. Poseerá quince ejemplares de La bruyère, si los quince difieren entre sí tanto en la impresión, como en la encuadernación o las notas del texto. Quiere la primera edición, porque es rara y porque le habla del tiempo pasado, cuando el propio autor quizá contempló y hojeó el ejemplar en lo del editor. Quiere la segunda, porque le ofrece un texto corregido; la última, en fin, si el autor la ha revisado. Necesita, además, la edición del mismo libro que tal comendador ha procurado, aquella en la cual figura determinada viñeta. Tal romántico, lo tiene en rústica; lo que hace que en él vea el mismo texto, pero no el mismo libro; y, si lo encuentra encuadernado, no hay duda que lo adquirirá”.
Article : El Bibliófilo y el Bibliómano”, de Emilio Henriot, traduït per Eduardo Mario, a Caras y Caretas, del 16 de juliol de 1927, n. 1502, p. 162.