Bíblia del rei Wenceslau, edició moderna
“ La bibliofilia, que fa riure molta gent que no sap què significa la passió pels llibres, és una de les manies més belles que un ésser humà pugui arribar a tenir per oferir-se una alegría permanent. Un bibliòfil ‘singularitza’ un llibre en la mesura que el treu d’un context indistint, i atorga a cada llibre una perdurabilitat i un amor tan llargs com la seva existència. N’hi ha que es fan enterrar amb dues o tres joies per fer-los compañía a l’altre món; però sap greu colgar, posem per cas, una Bíblia de Gutenberg de 1455. Serà difícilque aparegui un dia un nou exemplar d’aquesta Bíblia – jo, la veritat, m’estimaria més tenir la manuscrita i il.luminada ‘del rei Wenceslau’, però es troba a Viena guardada sota molts panys…”.
Extret del article de Jordi Llovet: “Coses de bibliòfils”, escrit a El País-Extra Sant Jordi 2010, pp.3.
“ La edad de oro de la bibliofilia coincide con el notable auge que alcanza el libro francés bajo el reinado de Luis XV. En este siglo pasa el libro a participar, en efecto, de una atmósfera de erotismo frívolo y banal, rodeada de los galanteos y del deslumbrante lujo que floreció en la corte, en la que el pequeño y alado Eros, dios del amor, con sus carnes murillescas de factura algodonada, juguetea picarescamente entre las graciosas guirnaldas de rosas y camelias en flor, que contornan las páginas o ilustran las portadas de los libros y cuyos símbolos legendarios, la venda, el carcaj o las peligrosas flechas, se entrelazan entre la yedra y pululan por cabeceros, iniciales y viñetas: en que la vida pastoril se erige en tema predilecto de la corte en sus más sublimadas expresiones líricas; en que las escenas de un amor tocado de cierto paganismo sensual inspiran con preferencia los pinceles, buriles y canivetes y se convierten, en fin, en el ‘leit-motiv’ de la obra de arte, infiltrándose hasta en los más altos niveles de la política, donde las intrigas de las amantes reales otorgan inexorablemente el favor o producen inevitablemente la caída de los hombres de Estado.
En primer término, se ponen de moda los libros de viñetas, y su demanda apasionante ofrece trabajo agobiador a los grabadores, que no dan abasto a la demanda. Junto a la afición creciente por esta clase de libros se desarrolla la referente a los de un género frívolo, ligero, por no llamarlo escabroso. El editor Cazim, por ejemplo, se enriqueció, sin duda alguna, a juzgar por el número considerable de obras que editó, ilustradas con imágenes no siempre respetuosas con la decencia, aunque sea de licencia reconocer que están dotadas de un relevante valor artístico. También cunde y se dilata la afición por las obras descriptivas, de viajes, que ofrecen anchas ocasiones para enriquecerlas con magníficas láminas y decoraciones en talla dulce, como el Voyage pittoresque en France, en 12 volúmenes, o el Voyage Pittoresque a Naples et Sicile, para el que el talento de un pintor de talla como Fragonard no se excusó en ofrecer el primor de los pinceles, dotándolo de viñetas, iniciales y pie de lámparas, llenos de vida, emociones y sentimientos”.
LASSO DE LA VEGA, Javier: Bibliofilia y comercio del libro antiguo; El Bibliófilo, M, 1947; pp. 13-14.