“Rodergas explica detalladamente las características de las publicaciones de Miquel: ‘Miquel y Planas, ben escullit el text, en totes les obres que va editar a despeses seves, sabent per endavant que cap benefici material podia trèuren – y gosaría a dir a gratcient de que no fos axi, donchs segurament lo contrari li hauria dolgut-, posava al servey del llibre tot el seu depurat bon gust y els seus vastissims conexements en la materia, tenintne cura en tots els seus detalls per insignificants que pogesin aparentar, escullintne la bona qualitat del paper, y, sempre d’acort ab el text, el format que millor havia d’escaure al llibre, la grandaria, elegancia, nitidesa y estil dels tipus tipogràfichs, format de caxa y marges, las ilustracions, sempre d’acort ab el text, a quin artista calía confiarles, quin procediment en la reproducció, si en quants colors o en negre, bona y encertada distribució de la portada y portadella; en el relligat, quin procediment, quina materia, quina ornamentació, quin color, si hi estaven millor o no els nervis y àdhuch qui no disonessin les guardes, ni en color ni en qualitat, de les cobertes. En una paraula: tot el conjunt del llibre, transformat en summùm de bellesa y perfecció artistica… una obra perfecta…”.
Article: “Gollerías para Bibliófilos, 1: Las ediciones de Bibliófilo de Ramón Miquel y Planas”, de Francisco Mendoza Díaz-Maroto a la revista Hibris, nº 53, sep-oct 2009, pp. 9.
“ Recuerdo que, hace algunos años, Creus – un bibliógrafo de Santa Madrona – tenía un libro que relataba los viajes de Cabeza de Vaca, de gran valor en el mercado. Por su puesto, desfilaron la mayoría de libreros de viejo barceloneses, pero ninguno se atrevió a apechugar con el tal libro, hasta que lo vió Babra, que en el acto ofreció mil pesetas por él. Este solo rasgo puede definir claramente las personalidades libreril y bibliogràfica que se funden en el comerciante en libros que a la vez, tiene amor por su oficio. Babra conocía el valor intrínseco y extrínseco de los volúmenes que caían en sus manos e inmediatamente negociaba con ellos. Así, pues, no es de extrañar que grandes cantidades de estos fueran a parar a las estanterías insaciables del inglés Maggs Bross. Pero no solamente los de este librero, sino que también los de todos los de Barcelona, los de todos los de España… De esta forma ha emigrado de nuestra tierra,
hacia Norte América y hacia Inglaterra, un cincuenta por ciento de la antigua producción bibliogràfica española. Los bibliófilos confeccionan catálogos que cambian entre sí y fijan precios y aceptan ofertas. En este aspecto no podemos tampoco competir con los extranjeros. En Barcelona se puede adquirir una Real Cédula antigua por un par de pesetas; Maggs Bros. cobra por lo mismo de siete a ocho libras esterlinas en Londres. No puede exigírsele al hombre que tiene abierta una tienda para comprar y vender libros un patriotismo tan extremado como para perjudicarse en su crematística particular. Además, sería inútil y absurdo… “.
Article: “Los comerciantes del libro” de Gabriel Trillas a Las Noticias, Año XXXVI,nº 12099, 31 de enero de 1931.