“ Tot parlant del llibre,però, ¿ no caldrà que ens preguntem qué és, en realitat, un llibre?… ‘ Un llibre que s’escriu, ha dit bellament Josep Enric Rodó, o és paper inútil, o és una ànima que teixeix amb la seva pròpia substància el seu capoll’. Un llibre és, doncs, quelcom de ben viu, quelcom que, per damunt de la seva materialitat fugissera, palpita en les nostres mans, mentre l’acariciem. Un llibre és ‘una ànima’ – l’ànima de l’autor, i àdhuc diríem l’ànima del mateix lector, si sap comprendre’l i compenetrar-se amb ell – o, senzillament, no és res: ‘paper inùtil’, com diu l’aticíssim escriptor de l’Amèrica española.
‘El llibre amic, ha escrit un altre pensador – Joan Maria Guyau – és com un ull obert que ni la mateixa mort no el tanca, i en el qual se fa sempre visible, en un raig de llum, el pensament més pregon d’un ésser humà.’
Massa sovint s’oblida aquesta alta concepció del llibre. L’autor hauria de posar-hi sempre el millor d’ell mateix. Així, sense proposar-s’ho, ennobliria el lector. I la bondat i la bellesa es fondrien en les pàgines del llibre.
RAHOLA, Carles: L’amor al llibre i els grans amics del llibre. Tallers gràfics de la casa de Misericòrdia, Girona, 1928; pp. 19.
“ Pilas de libros amarillos e incompletos que han perdido sus hojas como un hombre viejo pierde el cabello; tristes botaderos de a 10 pesos repletos de nada, estantes desordenados, libros vaqueros descontinuados y pornografía impresa con imágenes de gente que ahora debe de tener nietos, todo apilado junto a discos de acetato de Rocío Durcal y Topo Gigio. Lugares de donde rara vez uno puede exhumar un buen libro con olor a moho y la etiqueta de precio original aún pegada en su lomo. Es el juego de azar de comprar en una librería de segunda mano en Guadalajara. Encontrar el libro buscado en una de estas tiendas requiere de muchos factores poco probables.Uno tiene que ser en parte arqueólogo, en parte lingüista y comerciante, además de afortunado, para dar con el ejemplar perfecto en las condiciones correctas al precio adecuado. La mayor parte de las veces el comprador poco avezado se lleva una fea sorpresa cuando descubre que la edición que acaba de adquirir no es la misma que le han exigido en la escuela o en el despacho, y ésta va a parar directamente a la basura, lugar de donde, probablemente, acababa de salir. La realidad es que la gente que compra libros en esta ciudad rara vez lo hace por su gusto y no por pedido, y aquellos que sí lo hacen por lo general no son sibaritas de la literatura. Prefieren las comodidades del libro nuevo y de la gran librería: plástico contra la humedad y papel amarfilado, búsqueda computarizada por ISBN, lista de títulos escolares preseleccionados, secciones de autores recomendados y demás. Pero además existen otros dos grandes motivos para que las librerías de usados de Guadalajara agonicen: falta de interés por parte de sus dueños y poca publicidad. Las grandes librerías muestran a sus compradores un brillante camino amarillo directo a la tierra de Oz a través del cual se les llena la cabeza con ideas pop sobre la literatura. La mercadotecnia ha vuelto el hecho de leer best sellers una cuestión de moda. Son, pues, los mercadólogos, no los autores ni los lectores, los que deciden qué está sin leer. Las librerías de usados, por otra parte, no cuentan con grandes campañas publicitarias ni con pilas enteras de copias del autor más vendido del momento, y por si esto fuera poco, para el lector promedio, la actitud de algunos vendedores de libros usados tampoco ayuda.”
Extret de “El Rancio olor del aleph”, de Frida Pulido i Sergio Vicencio.