“ En el darrer quart del segle passat Catalunya esdevingué protagonista del ressorgiment del llibre de bibliòfil, és a dir, del naixement de la bibliofília moderna. Aquest fet sorgí íntimament lligat a la reedició dels clàssics autòctons i al desig dels mateixos col.leccionistes d’esdevenir editors de les pròpies biblioteques. L’esperit de la Renaixença, molt fort encara, féu que s’hi afegís la pretensió nacionalista d’actualitzar clàssica, tot atorgant al llibre un important paper en el procés revitalitzador iniciat per aquella. El rebuig de la incipient mecanització, fruit de la revolució industrial, afavorí el tracte artesanal que la categoria bibliofílica li concedia”.
Article de Pilar Vélez: “ El ‘revival’ neogòtic en la bibliofília vuitcentista: Marià Aguilí i Fuster” en el Dossier dedicat a “Les arts gràfiques i el llibre a Catalunya”, de la revista L’Avenç nº 98 de novembre de 1986, pp. 38.
“ Pasemos a nuestros libreros de viejo. El Botánico nos espera con su larga fila de casetas llenas de volúmenes. ¡ Qué agradable el ir devaneando lentamente, en estos días claros de otoño, ante uno y otro repleto anaquel¡ El libro viejo, usado, pasa por una crisis, tanto en Francia como en España. En Francia, la crisis se atribuye a la guerra, que ha motivado la suspensión de las liquidaciones testamentarias, y a la crisis de los alquileres, que reduce considerablemente el número de las mudanzas. En España, tratándose del libro antiguo de precio, se ha de contar, como factor de su escasez en el mercado español, con su exportación a América. De algunos años a esta parte se mandan a los países americanos ( y ahora a Norteamérica) importantes remesas de libros. Aparte de esto, la mayor cultura, el mayor afán de leer, la mayor estimación en que se tiene el libro hacen seguramente que los particulares se desprendan de ellos más raramente.Existen también muchos más traficantes en libros viejos que hace quince o veinte años. La cantidad de volúmenes que 1880 se repartía entre cuatro o seis comerciantes en todo Madrid, hoy se ha de repartir entre 30. Pero nuestros buenos y simpáticos amigos los libreros de viejo prosiguen incansables, animosos, su comercio, sus pesquisiciones en busca de volúmenes, sus tratos y contratos. Son modestos y tienen fe en lo porvenir. En Madrid existen tiendas de libros viejos y puestecillos al aire libre. Para los libreros al aire libre que son el consuelo de los bibliófilos modestos y volanderos, debiera existir – como en París – un paraje determinado donde poder examinar todos los puestecillos”.
Article d’Azorín a l’ABC de 4 de octubre de 1920.