Es ben cert que tots los coleccionistes – mentres l’objecte de llur manía no sia de total absurditat – són respectables en un ò altre aspecte. Ells són los que combaten y retarden en certa manera la universal y inevitable destrucció; salven y conserven lo passat, lo passat selecte.Y jo penso qu’entre tots los coleccionistes aquell qui sent afició pels llibres vells està més inspirat que0ls altres. Perquè no sols conserva, com fan los demés, un objecte d’art ( en aquest cas potser la enquadernació, de bellesa tan espiritual com mecànica), sinó que també conserva allò que per medi de la lletra estampada, fou la expressió directa del esperit. Y fins devegades sol conseguir, per l’afortunada reunió d’aquests tres elements: vella relligadura armoriada, text important y procedencia ilustre, la possessió y guarda de fragments d’història tres voltes viva”.
Article “Los llibres vells” de Jules Lemaître traduit per E.M. y B, en el Butlletí del Ateneu Barcelonès, Any III, nº 10 ( abril-juny de 1917).
“ Las pasiones – animi pathemeta, affectus animi – son deseos inmoderados, necesidades orgánicas sentidas con sobrada fuerza y violencia. La pasión por los libros – y sé lo que me digo – es una pasión egoísta, excluyente y reconcentrada en sí misma, capaz de proporcionar placeres inmensos, pero también tormentos insufribles; de favorecer altas miras espirituales, pero de alimentar igualmente los más impensables comportamientos y bajas acciones – incluso criminales – en aquellos que la padecen; una pasión, en fin, tiránica y absorvente que ha llevado a más de uno al borde del puro desvarío y de la ruina física y moral. Ejemplos de lo que digo no faltan por desgracia, y en el decurso de los tiempos, pasados y actuales, se pueden encontrar multitud de casos para todos los gustos. Yo mismo podría ser uno de ellos”.
“Las confesiones de un bibliófago” de Jorge Ordaz,
Espasa Calpe, M, 1989, pp. 55.